Hábitos

Tema N° 2. Hábitos: Usos de la biodiversidad

Química de productos naturales: base científica de los saberes tradicionales

En cada ser vivo ocurren una serie de reacciones bioquímicas que son esenciales para vivir, crecer y reproducirse. El conjunto de reacciones mediante el cual un organismo fabrica sus propias moléculas (7) y mantiene la vida se conoce como metabolismo. El metabolismo funciona de dos maneras: el proceso anabólico, que usa energía para construir moleculas a partir de otras; y el catabólico, en donde se libera energía al romper las moleculas. A pesar de las características extremadamente diferentes de los distintos seres vivos, las rutas generales para modificar y sintetizar estas sustancias son escencialmente las mismas para todos, con pequeñas modificaciones. Pero no todos los procesos metabólicos en un organismo son igual de importantes, y por eso se conoce como metabolismo primario a aquellas reacciones bioquímicas esenciales para el organismo, y como metabolismo secundario a aquellas reacciones bioquímicas que otorgan ventajas ecológicas a los organismos que la producen.

Un proceso esencial en el metabolismo primario es la fijación de carbono por fotosíntesis, un proceso anabólico que requiere la energía de la luz para construir moléculas de glucosa. Esta molécula es uno de los elementos clave para el crecimiento de las plantas, las que tienen un metabolismo esencialmente autótrofo y anabólico. Los organismos heterótrofos tienen un metabolismo esencialmente catabólico, y digieren las moléculas para obtener su energía. Por otra parte, los compuestos que participan en este metabolismo se denominan metabolitos secundarios, y se producen en ese organismo vivo como respuesta a las condiciones ambientales adversas, ya sean: estrés hídrico, térmico, de superpoblación o excesiva radiación; siendo en general señales químicas frente a pastoreo, plagas, ataque de patógenos y simbiosis con otros organismos. Son muy abundantes y varían entre las especies según su aclimatación a las condiciones ambientales. En sentido amplio, un producto natural está formado por todos los compuestos de la naturaleza. En sentido más estricto, un producto natural sólo es un metabolito secundario (Gutiérrez & Estévez 2009).

La Química de Productos Naturales es una disciplina científica que investiga los metabolitos secundarios de fuentes naturales de origen vegetal, animal, marino, fúngico y bacteriano. Estos son justamente compuestos de interés porque poseen en su estructura química algunas subestructuras que son bioactivas en organismos animales, incluido el hombre (Pomilio 2012). A partir de una sola planta se pueden derivar decenas de productos naturales. Es importante destacar que tienen un importante y significativo valor medicinal y económico, derivado éste último de su uso en la industria cosmética, alimentaria y farmacéutica. Un gran número de estos productos naturales, que ya se usaban en la medicina antigua como remedios para combatir enfermedades, se utilizan en la actualidad como medicamentos, resinas, gomas, potenciadores de sabor, aromas, colorantes, entre otros (Ávalos & Pérez-Urria 2009) Un ejemplo de ello son los alcaloides, como la morfina, la cafeína y la nicotina; otro caso son los flavonoides, que se encuentran en el té verde y son antioxidantes; o los terpenoides, que se caracterizan por tener propiedades aromáticas y son los constituyentes mayoritarios de las esencias de las plantas.

De acuerdo a lo definido por Ávalos & Pérez-Urria (2009) los productos naturales se agrupan en cuatro clases principales: terpenos, fenoles, glicósidos y alcaloides (Tabla 1). En no pocos casos, alguno de estos grupos principales de sustancias generadas por un organismo, puede servir de alimento o proporcionar una utilidad de diversa naturaleza para otro ser vivo; el cual, generalmente, toma provecho de esa sustancia para mejorar su calidad de vida, llegando algunas veces, como consecuencia de ese aprovechamiento, a aniquilar al primer organismo productor. Ese beneficio y su aprovechamiento, se producen siempre como consecuencia de la capacidad de descubrimiento del segundo ser y nunca porque el primero haya tenido entre sus objetivos servir, de alguna manera, al segundo. En otras palabras, “parece totalmente improbable que algún ser en la naturaleza haya generado sustancia alguna con el fin de facilitar o mejorar la existencia de otro” (Muñoz & Fajardo 2005).

Las prácticas ancestrales o tradicionales que permiten generar los alimentos y demás productos necesarios a partir de la naturaleza tienen una base científica, en gran medida desconocida para las comunidades locales. En este sentido, la Química de Productos Naturales pretende comprender el fundamento de los procesos biológicos que desencadenan los usos tradicionales o ancestrales de la biodiversidad, bien los que desencadenan hábitos alimentarios, bien los que abordan la salud integral de un individuo, o bien la transformación de materias primas que pudieran ser ingredientes funcionales para la industria farmacéutica o alimentaria.

Tabla 1. Clasificación de los tipos de productos naturales en sentido estricto según su estructura química (elaboración propia).

Tema N° 2. Hábitos: Usos de la biodiversidad

Hábitos humanos en relación con la biodiversidad conocida

El concepto hábito entendido desde las ciencias sociales (habitus) son el conjunto de comportamientos que presenta un grupo humano para desenvolverse y desarrollarse en un hábitat determinado. Son el resultado de la interacción directa con el ambiente. El término procede, como hábitat, del latín habitat, del verbo habitare que significa ‘vivir’, ‘morar’. De acuerdo a lo definido por la RAE (2020) los hábitos se entienden como un “modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”.

En este sentido, podríamos decir que los hábitos humanos son determinados por los comportamientos socialmente aceptados para la convivencia del grupo en un determinado entorno, conformando organizaciones que a su vez son estructurantes (tienen normativa: son políticas).

Por otro lado, serían los que hacen relación al carácter simbólico del habitar, ya sea por las diversas relaciones simétricas y asimétricas, que se presentan en la sociedad, basadas en la cantidad de capital (cultural, económico y social) que se posee, como el sentido mismo que cada grupo le entrega al acto de habitar en el hábitat.

Existen diversas formas de habitar el hábitat, o dicho de otra manera, de relacionarnos con la biodiversidad presente en el territorio que habitamos, para efectos prácticos podemos considerar la siguiente clasificación:

(a) Uso Alimentario. Se refiere al aprovechamiento de recursos con la finalidad de lograr la nutrición y bienestar, mediante la preparación e ingesta de alimentos. Considérese también aquí las posibilidades que nos brindan las especies para, mediante mínimos procesamientos, aumentar la vida útil de productos o especies comestibles. Ejemplos: carnes, pescados y mariscos; frutas y hortalizas; fibras, raíces y cortezas; hierbas, leche y sus derivados. La dieta es el conjunto de alimentos que conforman nuestros hábitos alimentarios y estos son el resultado del comportamiento más o menos consciente, que conduce a seleccionar, preparar y consumir un determinado alimento o menú como una parte más de las costumbres sociales, culturales y religiosas. La selección de la dieta está influenciada por múltiples factores, desde socioeconómicos o culturales hasta ambientales. No cabe duda de que los hábitos alimentarios que definen nuestra dieta condicionan nuestro estado nutricional y, por ende, nuestro estado de salud presente y futuro (Yorde 2014).

(b) Uso Medicinal. Se refiere a la utilización de especies para mejorar la salud integral de un individuo y potenciar los beneficios que su ingesta tiene para la salud. Ejemplos: cortezas, hierbas, flores, frutales. Con el paso de los años ha sido posible la desmitificación de la salud como un estado simplemente de bienestar corporal, abriendo nuevos campos para el estudio e investigación de esta ciencia como un todo. La salud es la vida en el silencio de los órganos, escribió el cirujano francés René Leriche (1879-1955); pero un estado de bienestar va más allá del funcionamiento de nuestros órganos y sentidos, involucra cada ámbito que conforma al ser humano y que lo aleja de dolencias físicas, emocionales y sociales (Yorde 2014).

(c) Uso Social. Se refiere a la elaboración de productos con diferentes especies con fines de satisfacer necesidades sociales, mediante la realización de vestimenta, artesanía, utensilios, entre otros. La cultura del “usar y tirar” vigente, y la incorporación en los bienes consumidos de nuevos componentes o envases (a pesar de lo peligrosos que resultan para el medio ambiente), plantean cuestiones críticas a la problemática de la gestión de los residuos dado el gravísimo impacto ambiental, sanitario, económico y social que generan, si esta no es adecuada. Ante esta realidad, se tornan necesarias nuevas medidas para la gestión sustentable de los residuos urbanos (Lecitra 2010). Pocos problemas son tan comunes a todos los países, cualesquiera sean su sistema económico y nivel de desarrollo, como la degradación del medio ambiente y la vinculación que tiene la gestión de los residuos con la misma. Habitualmente relacionamos el consumo con el placer, con determinados índices de bienestar. Sin embargo, hay una fase aparentemente oculta del consumo que tiene que ver con los residuos que se generan como consecuencia del mismo (Panayotou 1994).

La consideración de los usos de la biodiversidad con una mirada interdisciplinaria permite relevar el valor del hábitat y la puesta en valor de las especies que allí habitan, considerando el impacto en el ecosistema que genera nuestra forma de habitar. Si la biodiversidad constituye el soporte vital de la humanidad, se requiere que los ciudadanos y las ciudadanas adquieran una correcta percepción de la amenaza que representa su pérdida y puedan establecer relaciones más responsables entre la naturaleza y la sociedad.

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Servicios culturales y su relación con el mosaico productivo

Los servicios ecosistémicos denominados “culturales” abarcan la inspiración estética, identidad cultural, sentido de hogar y la espiritualidad relacionada con el medio natural. Dentro de este grupo también suelen incluirse las oportunidades de actividad turística y recreativa. Estos están profundamente interconectados entre sí y con los servicios reguladores, de soporte y de abastecimiento (ver Capítulo 1). En este sentido, la producción de alimentos puede ser entendida como un servicio cultural en la medida que afecta las dinámicas sociales de la comunidad, por ejemplo, la pesca artesanal no se limita a una cuestión de alimentos e ingresos, sino que también implica el modo de vida de los pescadores. En muchas situaciones, los servicios culturales forman parte de los valores más importantes que la gente asocia con la naturaleza y, por lo tanto, es fundamental entenderlos.

Las prácticas tradicionales y los agricultores familiares juegan un rol fundamental en el doble reto de mejorar la seguridad alimentaria del mundo y conservar los recursos naturales (Salcedo & Guzmán 2014). Cada territorio con su biodiversidad y recursos naturales característicos, representa un sinfín de posibilidades de aprovechamiento por parte de las comunidades. Consumiendo una especie en forma directa o con mínimos procesamientos, estamos frente a productos regionales únicos que además de nutrir aportan bienestar mediante el desarrollo de las dinámicas sociales para su obtención, la utilización de sus propiedades medicinales, o el aporte cultural al espacio que se habita. La puesta en valor de estas especies, con interés instrumental, es esencial para la protección de los ecosistemas en los que se encuentran y la regularización de su extracción, que permita desarrollar una actividad económica en un marco de sostenibilidad.

Tema N° 2. Hábitos: Usos de la biodiversidad

La recolección de especies silvestres: una actividad biocultural con valor instrumental e intrínseco

Basado en Soza et al. (2020).

El oficio de recolección de especies silvestres se considera una de las actividades productivas más antiguas de las sociedades humanas, de hecho puede decirse que los cazadores y recolectores, una de las formas de subsistencia más persistentes en la historia, viven agrupados en sistemas no centralizados y supuestamente igualitarios - política, económica y socialmente- (Arce 2005). Variados son los frutos, bayas, plantas y hongos que las poblaciones originarias recolectaron para el desarrollo de sus sociedades. La recolección de especies entonces, un oficio fundamental en su matriz productiva, tiene una relación directa con el ecosistema donde se asienta un grupo humano, en la medida que está determinado por las especies vegetales o animales que se encuentren en el lugar y los procesos reproductivos de los mismos, ya que los grupos de personas que desarrollan esta actividad realizan procesos de observación de comportamiento, interacción con el ambiente y adecuación de prácticas para la obtención de los alimentos necesarios para su subsistencia. Este proceso conlleva una organización social adaptada para cada territorio (no sólo los grupos nómades desarrollan la recolección) generando un sistema de códigos particulares tanto en la interacción entre humanos como con el ambiente, lo que además influye directamente en el sentido de pertenencia e identidad grupal y territorial. Por ejemplo, en Aysén, la recolección de hongos silvestres comestibles presenta un sistema de organización social particular, de carácter horizontal, que se desarrolla en las temporadas de otoño y primavera cuando es fecha de fructificación de hongos. La actividad requiere además un alto grado de conocimiento del territorio y del comportamiento de las especies según las diferentes características territoriales, lo que lleva también a un fuerte arraigo por el territorio en el que se habita, ya que éste entrega el sustento, cultural, alimenticio y económico para el grupo.

La vida silvestre por tanto, constituye un recurso trascendental para el mantenimiento de gran parte de las necesidades materiales y culturales de las comunidades indígenas y campesinas, por lo que generación tras generación han desarrollado y enriquecido un sistema cognoscitivo que hoy día les permite utilizar de manera múltiple las especies vegetales y animales del entorno natural (Retana et al. 2011). En nuestro país, la actividad de recolección de especies silvestres y sus usos, ya sea como alimentos o medicina, tiene una larga data en la historia de los pueblos originarios del sur, principalmente para el pueblo mapuche quienes eran sedentarios y realizaban la actividad de recolección durante la temporada de otoño (Wilhelm de Mosbach 1992). Así también lo hacía el pueblo nómade aonikenk, quienes, acompañada de la caza, presentaban esta actividad por preferencia para la obtención de alimento (Espinosa 1962).

Tema N° 2: Hábitos Usos de la biodiversidad

Actividad 2.A Usos de las especies vegetales

Tema N° 2: Hábitos Usos de la biodiversidad

Actividad 2.B Algario comunitario con especies de la zona

Tema N° 2: Hábitos Usos de la biodiversidad

Actividad 2.C Fermentación controlada de la leche

Tema N° 2: Hábitos Usos de la biodiversidad

Actividad 2.D Obtención de pectina de manzana

Tema N° 2: Hábitos Usos de la biodiversidad

Actividad 2.E Materiales de "desecho" para elaborar productos cosméticos

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Actividad I Obtención de aceites esenciales y colorantes naturales

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Actividad II Obtención de colorante natural a partir de cáscaras de verduras

Tema N° 2: Hábitos Usos de la biodiversidad

Actividad III Elaboración de jabón a partir de aceite quemado