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Nutrición inconsciente: ¿Sabemos de qué nos alimentamos?
15/03/2019
 Lorna Moldenhauer Ortega, Ing. en Alimentos. Laboratorio Abierto de Ciencias Subantárticas. Centro Universitario Coyhaique, Universidad de Magallanes

En junio del año 2016, entró en vigencia la Ley 20.606 de Etiquetado de Alimentos referente a composición nutricional de alimentos y su publicidad, también llamada "Ley súper 8", que regula entre otras aristas, los nutrientes críticos que contienen los alimentos: sodio, grasas saturadas, calorías y azúcares. Posterior a esta medida, la industria alimentaria tuvo que adecuarse a los nuevos requerimientos sanitarios, en algunos casos las empresas mantuvieron sus productos originales y le agregaron los sellos correspondientes a los nutrientes críticos; en otros casos los fabricantes reemplazaron el nutriente crítico por otros componentes en la matriz alimentaria, para que su producto no posea sellos.

¿Cuál es el real problema en ello? Que los nutrientes críticos no consideraron aditivos alimentarios como estabilizantes, colorantes, acidificantes, saborizantes, etcétera, ni incorporación de azúcares artificiales. Por tanto, cada fabricante puede modificar la matriz alimentaria agregando o quitando los aditivos alimentarios que estime convenientes; como resultado, el alimento queda libre de sellos y el consumidor cree que al no tener sellos el producto es sano, saludable y que no le hará daño.

Si realizamos una mirada crítica de los alimentos que hoy día desarrolla la industria, referido a los alimentos accesibles en cuanto a costo y disponibilidad, estos son más artificiales y nocivos que los alimentos que se desarrollaban antes de la nueva Ley de Etiquetado de Alimentos. Las empresas cumplen la norma, pero no la calidad esperada. Basta realizar un paseo por las góndolas de supermercados o minimarket, y buscar colaciones para niños; allí abundan las bebidas lácteas y zumos de "fruta", barras de cereal, galletas y cereales de desayuno llenos de colorantes, saborizantes, proteína de soya y azúcares artificiales, que son tanto o más nocivos que la propia incorporación de azúcar. Esta última, al menos, proviene de la remolacha en Chile y de la caña en muchos países de América, a diferencia de los azúcares artificiales ampliamente utilizados en la actualidad y que abundan en los alimentos procesados. Para ejemplificar, a pesar de que la Stevia sea una planta, al adquirir formato de cápsulas o líquido, en muchos casos en su mayor composición aparece el Eritritol, edulcorante proveniente además de la fermentación de maíces transgénicos y de dudosa reputación por su capacidad de modificación genética.

En la actualidad, algunos alimentos nos enferman día a día, a través de las semillas y cultivos contaminados, de la desinformación que entregan los medios de comunicación y de la poca o nula responsabilidad asumida por los consumidores que no leer más allá de los sellos negros que tienen los alimentos y no revisan los ingredientes reales que éstos poseen. Este rol regulador y de información, no es únicamente del estado, es una responsabilidad social de cada consumidor: hacernos cargo de nuestra alimentación consciente.