Prensa - Columnas de Opinión

Entendiendo el Patrimonio Alimentario
11/01/2019
 Lorna Moldenhauer Ortega - Ingeniero en alimentos - Centro Universitario UMAG Coyhaique

Es útil citar el antiguo proverbio del saber popular “Dime los que comes y te diré quién eres”: lo que ingresa a nuestro cuerpo como alimento además del rol fundamental de nutrirnos y entregarnos la composición nutricional que nos permite desarrollar nuestras actividades diarias, crea un vínculo universal con el intelecto, con nuestra emocionalidad y con el bienestar que nos genera su consumo. El acto de comer es por sí mismo una historia de construcción social que muchas veces es heredada de nuestros padres o abuelos y que además de congregar a los comensales a la mesa, dignifica la relación familiar que se gesta a través de la obtención del alimento mismo. Como pocos gestos sociales, el comer relaciona al cuerpo y su historia de manera irrevocable, pues supone ingresar nutrientes, procesarlos e incorporarlos para prolongar nuestra existencia. Así, el proceso en que convertimos un producto agrícola en algo comestible, dice relación con el cómo comprendemos nuestro cuerpo, la naturaleza y nuestras relaciones humanas, por lo que es una acción que es el reflejo de los cambios que han ocurrido en la sociedad y la forma que tenemos para abordarlos.

En nuestro entorno es parte de ver cómo se producen los alimentos en el campo, desde la ordeña de la vaca y la confección del queso, el carneo de un animal para la elaboración de un asado y las dinámicas que de él se desprenden: papas cocidas, lechugas en balde, tortas fritas, ñache. Si vemos alrededor, existe un sinfín de dinámicas alimentarias que tienen su origen en una construcción social del vínculo familiar y de la reivindicación del territorio al que cada comunidad pertenece, generando en el acto de comer, un alimento tan completo que además de nutrir el cuerpo, nutre el alma en todas sus formas.

La región de Aysén, en su vasto territorio, posee un sinfín de características que nos permiten visibilizar un potencial patrimonial en las dinámicas sociales y alimentarias que nos congregan como parte de la comunidad. Allí nace la importancia de la puesta en valor de las prácticas alimentarias mas allá de los alimentos mismos, estudiando y visibilizando las actividades que desencadenan la elaboración de un alimento y las dinámicas que se desprenden de su consumo, a modo de relevar la identidad de nuestro territorio con el mérito de rescatar nuestra historia y el legado de los que llegaron primero.